Esa de ahí soy yo, en una suerte de selfie que no es tal. Para un selfie en condiciones hay que hacerse la foto con un iPhone, poner cara guay y estar en un entorno glamuroso, y la foto está hecha con un smartphone barato y en una academia de peluquería honesta pero funcional.
Me dejé caer el domingo por Grupo Siete Peluquerías al ver la iniciativa de una maratón solidaria a favor de Calor y Café. Llevabas comida y a cambio te cortaban y peinaban. Por llevar una bolsa con varios litros de leche ahora me parezco bastante a Ana Blanco. Lo que no sabía Guillermo, el promotor del invento, es que el gesto solidario iba también conmigo, que llevaba sin pisar una pelu desde junio y gracias al trueque se hizo posible el milagro.
Otro valiente, que se atrevió a crear y parir un libro fue Juanfran Molina, un tipo que apareció en las vidas de muchos de nosotros así, como de puntillas hace algunos años y que de pronto se hizo imprescindible para dar con el dardo exacto en la realidad o para predecir a golpe de presentimientos el resultado de los partidos de fútbol más importantes.
El viernes pasado presentó su «Ciclorama» en Subterránea Cómics, un libro de relatos y cuentos cortos que da auténtico miedo, miedo de que te fusile con la mirada y descubra todos los secretos que escondes, qué piensas, dónde vives y como se llama el presidente de tu comunidad de vecinos.
Apareció también ayer el proyecto de otras cuatro valientes, MyMadness, una revista cultural que en su primer número ya apunta maneras de cosmopolitismo y buen hacer. Blanca, Carolina, Manuela y Rocío se encargan de dirigir un contenedor que pretende desgranar la realidad musical, literaria, cinematográfica y de cualquier aspecto cultural de actualidad, todo ello envuelto en el diseño más elegante e innovador que se pueda imaginar. Una delicia para paladares finos.
Todos ellos son gente valiente, que sólo en esta semana han hecho que esta ciudad sea un poco más habitable y más respirable, son muchos más y habitan entre nosotros, pero a ellos los conozco y al resto no. En un año que ha sido como poco, complicado, son muchos los que además de esperar ese Curro Salvador que decía mi vecino Guillermo Ortega en sus últimas «Horas Contadas», se dedican a tratar de sacar la cara más amable de la realidad, de seguir creando, escribiendo, dándole patadas a este mundo que los de arriba se empeñan en pintar de gris.
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