Se habla mucho estos días de la villa romana hallada en las obras del cuartel de Los Mondragones. Análisis de arqueólogos sesudos, silencios elocuentes, diatribas entre administraciones y mientras tanto, un barrio expectante ante la posibilidad de que se le hunda el negocio por culpa de un Mercadona y la otra mitad feliz de pensar en llenar la nevera de Hacendados sin necesidad de trasponer trescientos metros más allá. Para los que nacimos mecidos por las aguas cenagosas y ocultas del río Beiro, allá por los primeros ´70, el hecho no es baladí.
Sólo me di cuenta de que mis ojos habían chocado contra un muro durante cuarenta años el día que derribaron la tapia y mi calle se llenó con una luz nueva y diferente, con millones de partículas de polvo en suspensión y con un rumor permanente de grúas y excavadoras entrando y saliendo del antiguo cuartel.
Me di cuenta de que mis ojos habían chocado contra un muro cuarenta años el día que derribaron la tapia
Uno nace en un sitio y es raro que llegue a preguntarse cómo era muchos años antes. Yo he crecido oyendo contar que mi madre compró un piso sobre plano, y que hace cincuenta años allí crecían olivillos raquíticos donde hoy el suelo está tapizado de aceras grasientas. Porque eso es el barrio, y según he podido comprobar siempre ha sido así, tan cerca y tan lejos, tan presente y, sin embargo, tan olvidado.
Me doy una vuelta por el Archivo Histórico Provincial, que también está en Beiro. Al final lo mejor es tirarse a las fuentes. Quizás una de las primeras referencias históricas del barrio lo encontremos en el expediente 4536-15 del Fondo Fisco de la Inquisición (que es un Fondo sin fondo), y en él hallamos que en el pago de Beiro en 1612, existió un tal Alonso Lozano que tenía arrendada una finca que era propiedad de la Inquisición. En el mismo fondo volvemos a encontrar más referencias a los pagos que regaba el río Beiro, todos entre los años 1744 y 1804. Éstos tienen un denominador común: las enormes crecidas del río en el mes de enero que en alguna ocasión obligaron a la construcción de «un paredón de argamasón que contubiese las inundaziones del río, acausa de que haviendo acaezido una abenida se avian inundado las tierras».
La construcción de dichos paredones generó pleitos y disputas entre los habitantes y hortelanos de los pagos de Beiro. «La noche del catorze del corriente trajo una fuerte crecida con la qual rompió el valate que resguarda dicha haza el tramo de veinte y cinco pasos». Como vemos, la vida ya era dura en aquella época y los vecinos se organizaban construyendo muros y balates para defenderse de los envites de la naturaleza.
Y además de un río díscolo y unas ruinas romanas, Beiro fue objeto de la fiebre minera que durante el siglo XIX convirtió a buena parte de la provincia de Granada en una especie de queso Gruyère. En el Fondo de Minas un expediente da cuenta de la existencia de la mina de carbón de piedra denominada «El Beiro». El personal horadaba por doquier, registraba el hallazgo en el Boletín Oficial de Minas y hasta donde diera de sí.
El resto de la historia ya la conocen, tras un siglo de oscuridad, los huertos donde antes el río se desbordaba y anegaba los olivillos que posiblemente alimentaran el molino de aceite romano, se llenaron de bloques de pisos y de hospitales. Muchos niños nacieron aquí, incluso muchos nos quedamos y crecimos dándonos de bruces contra las tapias de cuarteles, plazas de toros y hospitales. Sus tiendas por la mañana aún hoy conservan cierto aire de foro. Y la mayoría de sus habitantes de hoy desconocen que duermen sobre el río díscolo que se esconde bajo el asfalto gris.
Un precioso artículo de los que poco abundan últimamente. Gracias por dejar agua fresca por estos lares.
Javier Gámez
Gracias Javier! Me alegro de que te haya gustado. Un saludo
elcarrodeheno
Voy leyendo y descubriendo q escucho tu voz al hacerlo. Que bien escribes que bien describes me has hecho ver esa Granada q querías mostrar cuando derribaron la tapia
Rosario Revilla
Muchas gracias, Charo. No sé, es curioso que pienses eso, pero me conoces tan bien…
elcarrodeheno