En abril de 1972 no era más que un cigoto que se multiplicaba por días debajo de un vestido de flores de estampado psicodélico, que es lo que llevaba mi madre en las fotos de esa época. Y mientras yo me formaba, y me salía un corazón y un cerebro, y me iba asemejando a una especie de anfibio primitivo, en Granada pasaban las cosas que pasan siempre, que los ciudadanos se despiertan y amanecen con una escultura en una plaza que puede ser admirada por los vecinos o que genera discusiones durante décadas. Puedo afirmar que a la escultura retirada de López Burgos de la plaza de Bibataubín y a ese feto cartilaginoso que yo era, nos brotaron las extremidades y las manos al mismo tiempo.
Esa estatua oscura formó parte de mi paisaje visual durante años
Más tarde, una vez en el mundo, esa estatua oscura, que no sabía que era, formó parte de mi paisaje visual durante años. Venía una de «La Rosa«, con su cucurucho chorreante en una mano, y en la otra la de mi padre o mi madre, y al llegar a la placita tiraba la servilleta pringosa en una papelera y miraba hacia arriba y allí estaban las manos esas, y las alas negras recortándose en el cielo, y era una estatua que no se parecía a nada, porque no había ni un hombre ni un caballo ni nada que se pareciera a las estatuas de los libros.
Tienes luego ya que ser adulta para comprender que esa estatua nunca debería haber estado allí por la sencilla razón de que nunca hubieran tenido que darse los motivos para su existencia.
«Con ella se rinde homenaje homenaje de gratitud al hombre que supo de renunciamientos y cuya entrega a su patria ha quedado para siempre en la historia, no solo por su sacrificio sino por la obra poética y política, a la vez, que nos ha dejado»
A la inauguración de la maqueta acudieron solamente el Jefe Provincial del Movimiento y gobernador civil, el presidente de la Diputación, el alcalde don José Luis Pérez Serrabona, el subjefe provincial del Movimiento don Sebastián Pérez Linares, procuradores en Cortes, el consejero nacional del Movimiento, representantes de la Sección Femenina, de la Vieja Guardia, Organización Juvenil, Excombatientes, Excautivos y Hermandades de Alféreces y Sargentos provisionales.
Aquellos señores se hubieran quedado perplejos de ver cómo se llevaban en una camioneta esa escultura una mañana de bien entrado el siglo XXI, pero les hubiera quedado el regusto dulzón de ver cómo las manos aladas resistieron allí tantos años de democracia sorteando los escollos legales y del mero sentido común.
Ahora en su lugar hay una niña en ese estilo feísta que tanto abundó en los setenta. No lo había pensado, pero la niña setentera bien podría ser yo, casi siempre sola, chupándome los dedos pringosos de helado en la plaza de Bibataubín.
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