La que fue mi profesión ha hecho que mi memoria a veces se asemeje bastante a la de un octogenario: No me preguntéis que comí ayer pero posiblemente me acuerde de detalles nimios de casi cada papelito de los que aterrizaron en mi mesa a lo largo de los años. Es una memoria hecha de clips y de pinzas. Si me acuerdo de un motivo, y sobre todo, si lo comparto con alguien, comienzo a añadir retazos y datos y termino perdiéndome en paisajes históricos llenos de personajes, caligrafías y texturas de papel que hacen que la cara de mi interlocutor comience a adquirir expresiones benévolas y asienta con la cabeza, como el que asiste al spoiler de una película o trata de entender un idioma extraño.
Son días muy granadinos éstos, de disertaciones estériles y erráticas, cainitas y grises. Conversaciones que muy bien hubieran tenido lugar en las tertulias de aquellos Putrefactos lorquianos y que hoy se dirimen vía WhatsApp o en las redes sociales. Es el proyecto Atrio de la Alhambra el que estos días ocupa y entretiene, al igual que en su día fue objeto de controversia el edificio Moneo del Museo del Prado.
Son días muy granadinos, de disertaciones estériles, cainitas y grises. Conversaciones que muy bien hubieran tenido lugar en las tertulias de aquellos Putrefactos lorquianos
Carezco absolutamente de conocimientos de arquitectura o de paisajismo. Incluso suelo carecer de sentido común muchas veces. El tiempo que permanecí trabajando en el Archivo del Patronato me sirvió, entre otras muchas cosas, para ser testigo del trabajo previo y concienzudo de documentación cada vez que se iba a acometer cualquier tipo de obra o proyecto. Pero también, en las largas jornadas que viví arriba comprendí la dimensión humana de un recinto habitado cada día por miles de personas, unas fijas y otras de paso que necesitan de una serie de servicios que actualmente se prestan de manera precaria.
La dimensión humana de la Alhambra ya la comprendió Leopoldo Torres Balbás, mejorando en cuanto pudo las condiciones de los trabajadores del Patronato, e inviertiendo quizás en gastos que para la época fueran ostentosos e innecesarios. Compró decenas de volúmenes y suscripciones a prestigiosas publicaciones extranjeras para crear una biblioteca, vitrinas para el museo, escaleras telescópicas de última generación para zonas de difícil acceso, botas de goma para jardineros, especies vegetales y plantas para repoblar, e introdujo una serie de mejoras que poco a poco fueron minando su prestigio hasta que el granadinismo rancio y paleto que padecemos secularmente lo echó a patadas y casi le cuesta la vida.
Torres Balbás introdujo mejoras que minaron su prestigio hasta que el granadinismo rancio y paleto que padecemos secularmente lo echó a patadas y casi le cuesta la vida
Recuerdo también proyectos del arquitecto conservador que lo sucedió durante el franquismo, Prieto Moreno, donde ya aparecían plantas y alzados de lo que hubiera sido un restaurante y un primitivo centro de acogida a los visitantes, e incluso, un conjunto de casitas donde vivirían los trabajadores. Yo misma trabajé en los edificios llamados de los Nuevos Museos, miles de metros destinados a descongestionar, almacenar, conservar y gestionar todos los datos, yesos, libros, azadas, abonos, documentos y maderas que componen un gigante como la Alhambra.
Hoy he bajado de la exposición de Álvaro Siza en el Palacio de Carlos V. Tengo que ir otra vez con alguien que me la explique porque me pierdo, pero sí he visto el mismo respeto al entorno y el mismo cuidado que se ha puesto en los últimos años cada vez que se ha acometido un proyecto.
Es mi visión, la de una persona que ha trabajado allí manejando los documentos, pero también padeciendo las prisas y las largas colas en los baños o la carencia de un refugio en los días más fríos. La de una pobre granaína que quiere que su ciudad se proyecte hacia el futuro convencida de que más que un gasto, es una inversión para las generaciones del futuro.
Las críticas de un individuo que defendía una gigantesca caseta de cristal y un ascensor y que ha destruido la vida cultural de una ciudad debería hacer reir si no fuera porque este individuo es el alcalde y amenaza con repetir. Un individuo sin proyecto ni visión de ciudad
salvador
Efectivamente, Salvador. Un vida cultural zarzuelera y de despedidas de solteros beodos. Una pena. Saludos y gracias por el comentario
Carmen Robles
El tema no está en si es bonito o feo. El problema está en que si se convierte la Alhambra en una isla gestionada por el patronato los granadinos nos quedamos sin nada, por que los turistas no bajarán a la ciudad. Todo el dinero irá derechito para Sevilla.
Y teniendo en cuenta que hasta IU está en contra, me parece fanático por parte de muchos querer convertir este tema en una confrontación PP vs PSOE. Por que es un tema que nos atañe a todos los granadinos, independientemente del signo político.
Carlos